I.
Normalmente, si tus hermanos tienen más o menos tu misma edad, no recuerdas cuándo los conociste. Siempre han estado ahí. Siempre han comido en tu mesa, han dormido en tu casa y han cagado en tu cuarto de baño. Sabes sus nombres, sus fechas de cumpleaños, dónde guardan sus diarios (si, como es mi caso, son dos niñas) y cuál es el chico que les gusta. Sabes cuándo tienen un mal día sólo por la forma de saludarte por la mañana, cuando también desayunan en tu cocina.
Así mantenía mi relación con mis hermanas. Y pensaba que era de lo más común y corriente.
Pero claro, mi vida no podía ser ni común ni corriente. Y como (no) era de esperar, además de mis dos hermanas, tengo dos medio-hermanas. En total, dos y dos medios. Que no tres. Y algún otro que esperábamos pero ya no esperamos.
II.
Bueno, después de conocer a una medio-hermana, conocer a la segunda fue bastante más sencillo. Simplemente hubo que quedar para comer todos juntitos, con mi madre (que no lo era de ninguna de las dos, pero que aceptó lo que había porque otra cosa ni se esperaba) y mis hermanas enteras, y ya está.
Esta nueva segunda medio se llama JenniferLoyola. Curioso. Muy curioso. Precisamente mi prima se llama igual. Esta prima mía, JenniferLoyola, es hija de mi tío, como es evidente. Y tiene prácticamente la misma edad que la otra, mi medio. Y también la misma edad que otra de mis hermanas, esta vez oficial. Y este tío y mi progenitor eran compañeros de correrías con la madre de mi medio y la hermana de esta mujer. Este tío no es hermano de mi progenitor, sino de mi madre. Manda huevos. Aún hoy se van de copas juntos, a pesar de sus edades ya pasadas y de la orden de alejamiento contra el progenitor que tengo (y tenemos todos los oficiales). A pesar de la sentencia judicial que lo condena. Donde mandan las copas y las "listas" (oséase, rayas) no manda el juez ni la decencia.
III.
Vaya plasta de televisión. Otra tarde más enfrente de la caja tonta, merendando un bocata. Bueno, se puede pensar que es lo normal para un chaval de 20 años: merienda viendo la tele. Vale, aceptamos "mi vida" como "normal por el momento" aunque con muchas reservas.
Bueno, por lo menos llaman al timbre....
Adolescente Merendando (AM): ¿Síííííí???? Misteriosa Muchacha (MM): ¿Puedes abrir?
Claro que puedo... Y como puedo, pues voy y abro. Y sube una Misteriosa Muchacha rubia, joven, hermosa. Deseable, vamos.
MM: ¿Está tu padre?
Hoy en día le habría contestado que soy huérfano por ese lado, pero en ese momento era joven e inexperto.
AM: No, ahora mismo no está, pero si quieres me puedes dejar un recado.
Me lo sabía de memoria. Mi puesto de portero automático me salía a la perfección. Años de entrenamiento. Es lo que tiene vivir a la sombra de un electricista chapucero: que siempre lo vienen a buscar a casa y siempre dice que no está. Por teléfono, más de lo mismo.
MM: MIra, resulta que tu padre (sic) hace un tiempo le hizo un arreglo a mi madre. Y ahora tengo yo un follón en mi casa nueva y me gustaría que le echara un ojo a la instalación.
MA: Vale, no te preocupes que yo se lo digo. Por cierto, déjame tu nombre y tu teléfono y que te llame, ¿no?
MM: Uy, qué va, no te preocupes. Ya me vuelvo yo a pasar por aquí. Pero me llamo Amor.
IV.
Vaya chica más guapa. Y se tenía que llamar Amor.
Amor como el que yo sentí por tí. Amor. Otra Amor, más Amor.
Amor como el que se rompió unos años antes.
¿Sería esto una nueva oportunidad?
Durante unos días, creí en dios.
V.
Buff, cómo odiaba ese trabajo. Si en ese momento hubiera sabido que aún hoy, casi 5 años después, seguiría trabajando en el mismo sitio y casi por el mismo sueldo, me habría preguntado para qué mierda me sirvió mi nota de selectividad. De hecho, aún hoy me lo pregunto. Pero ya no odio este trabajo.
Detrás de la barra todo se vé de forma diferente. Los clientes vienen a cenar. Les das lo que piden, te pagan y se van. Es simple, sencillo y a la vez me pagan por ello. Es un chollo, si no fuera porque es una mierda. Es llevadero cuando te dejas dominar, te embriagas de trabajo y dejas todo lo demás fuera Pero a veces entra.
Como ese día entró mi progenitor. Con la cara gacha, triste. En esa misma pose lo he visto infinidad de veces. Una por cada paliza que le pegó a mi madre o a mis hermanas. Una por cada fiesta en la que se había descontrolado. Una por cada par de cuernos que ponía y que adornaba con puyazos y banderillas.
Pero esta vez iba a inaugurar una categoría.
Progenitor Joputa: Hola... Hijo Acobardado (por los años y las costumbres): ¿Qué pasa? ¿Ha pasado algo?
Lo decía, obviamente, por la cara de funeral que traía el joputa. Y porque una de las oficiales, en ese momento, estaba embarazada y mucho.
PJ: Tengo que decirte una cosa. HA: Dime... PJ: ... HA: ¿? ... ... PJ: ¿Te acuerdas de esa chica que vino a buscarme el otro día, Amor?
Como para olvidarme: preciosa, y se llamaba Amor. Como mi amor.
HA: Sí, ya te dije que me había parecido muuuuy guapa... PJ: Es tu hermana.
Mi madre. Mis hermanas (en especial la que estaba a cinco metros de mí, haciendo pizzas para no depender económicamente de semejante capullo) . Mi abuela. Mis primas. Todos menos yo. Pensé en todos menos en mí. Especialmente en la que había parido a las oficiales y a mí mismo.
¡Ay, Amor! Hasta las lobas llevan tu nombre.
Cualquier parecido con la realidad es pura y llanamente fruto de mi memoria: no me invento nada.
Bueno sí: los nombres. Ni mi medio ni mi prima se llaman JenniferLoyola. Ni mi amor se llamaba Amor. Dejadme algo de intimidad...
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